La Liguria es una región llena de espectaculares pueblos de costa, unos pegados a los otros, en acantilados. Otros a nivel del mar: uno de éstos es Levanto (en italiano se pronuncia como nuestras esdrújulas: Lévanto) Ocupamos un cómodo apartamento... Luego de instalados nos fuimos a cenar y comenzamos a probar la verdadera dieta lígure, con especial énfasis en las salsas con hierbas: como el pesto, los ravioli rellenos con ricota y el añadido de papa a los spaguetti. El mejor pesto viene de Prat y si está bien hecho y es fresco no cae pesado.
Amanecimos con las campanadas (excesivamente puntuales) desayunando en la pasticceria de la esquina, con panini rellenos bien sea con prosciuto o formaggio y tomando el proverbial café italiano, el cual de paso para mi gusto es demasiado fuerte.
La comida y los vinos en Levanto son inmejorables. Es habitual tomarse como aperitivo un Prosecco (vino blanco espumoso) antes del variado antipasto casi siempre de frutos del mar. Se recomienda el Minestrone alla genovese (sopa espesa de verduras, cubierta con una capa de pesto y queso pecorino rayado) y los Trofie (unos tirabuzones pequeños de grano duro de sémola) La cena se acompaña con un vino Vermentino, hecho de uvas blancas propias de la región.
Caminando unos cuantos kilómetros por el malecón y atravesando un túnel se llega a Bonassola pueblo vecino a Levanto, desde donde la amenaza de tormenta hizo que las chicas nos devolviéramos en el tren y los chicos más atrevidos y menos agotados desandaran el recorrido. Mucha gente hace el trayecto en bicicleta para disfrutar del paisaje marítimo.
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